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¿Quién es "woke"? - Parte 2

¿Quién es "woke"? - Parte 2

Por Juan Cristóbal Demian
Hace unas semanas la filósofa estadounidense Susan Neiman arribó a Chile para presentar su libro “Izquierda no es woke” en la Universidad Diego Portales con el fin de validar teóricamente los intentos de la izquierda de deshacerse de aquel epíteto, el cual se le imputa por su adscripción a las llamadas políticas identitarias radicales, las que estarían lejos de las preocupaciones de las grandes mayorías y por ello serían una de las causas tanto del descrédito del gobierno de Gabriel Boric como del fracaso de la intentona constitucional de 2022.

Esta polémica alcanzó una mayor notoriedad cuando el excandidato presidencial de la derecha chilena, José Antonio Kast, dijera en un discurso proferido en Budapest, a fines del mes de abril, que Chile estaba siendo gobernado por un presidente “woke”, internalizando y oficializando el uso de ese término para referirse a Boric 1.

Con todo, Neiman no es la primera persona de izquierda que intenta cuestionar este concepto para intentar desligarlo de su sector político, puesto que quienes adscriben a las formas clásicas del marxo-leninismo afirman que las políticas identitarias son vicios de la burguesía y herencias del liberalismo. Usando una lógica parecida, Neiman busca lo mismo, pero para defender un proyecto de centroizquierda razonable, capaz de convocar mayorías, sin generar la división social que lo “woke” provocaría.

Es en esta línea que se enciende quizás la polémica más interesante de esta visita: la tesis de que el “wokismo” no sería de suyo un producto del pensamiento izquierdista, sino que se remitiría a las lógicas particularistas de la derecha. Esta tesis fue férrea y frenéticamente celebrada hasta llegar al trance extático por el rector de la UDP, Carlos Peña, quien, enfervorizado, publicó una columna de opinión titulada “¡Adios al gobierno woke!” en la cual recalca la mencionada conclusión2.

Pues bien, antes de referirnos a esta extravagante idea, es menester recordar la conclusión a la cual arribamos en la entrega anterior de esta reflexión respecto del valor real del concepto “woke”. En dicha instancia, concluimos que se trata de un concepto superficial emergido del activismo para etiquetar un fenómeno muy similar al que se denunciaba hace algunos años con el rótulo de “marxismo cultural”, solo que esta vez con un tono más digerible.

En tal sentido, preocuparnos del epíteto “woke” es de escaso valor politológico, puesto que encubre los términos correctos de la discusión, ya que tanto “marxismo cultural” como “woke” hacen referencia a un conjunto de tradiciones teóricas tales como la teoría crítica, el gramscismo, el situacionismo y la deconstrucción, todos con casa matriz en la izquierda, dicho sea de paso. Ahora bien, para no quedar en una etapa anacrónica de la discusión, es preferible fijarse más adelante en la relación entre el “wokismo” y la deconstrucción, el fenómeno más actual y relevante de todos los mencionados.

Así las cosas, queda en evidencia que, a pesar de que el término “woke” es un nuevo significante vacío en la opinión pública, que se le atribuya el origen de su fenomenología a la derecha es un ejercicio tan absurdo y tramposo que no debiera quedar sin respuesta formal, y es por eso que realizamos a continuación un análisis sobre ese punto.

En una primera instancia podríamos sospechar que la relación entre la derecha y lo “woke” vendría del individualismo liberal, el cual desintegraría la cohesión social en virtud de demandas individuales, sin embargo, Peña va más allá, y apunta al conservadurismo (e incluso al nacionalismo si se quiere) de ser la matriz de lo “woke”, citémoslo:

Todas esas ideas […] son en realidad de derecha. El caso más obvio es el de las identidades. El conservadurismo siempre sostuvo que los seres humanos éramos producto de una particularidad -la etnia, la familia, la nación- y que la universalidad carecía en realidad de sentido. Son famosas las palabras de De Maistre cuando se opuso a los ideales de 1789: “No hay hombre en el mundo. En mi vida he visto franceses, italianos, rusos, etc. […]”. Lo irónico es que parte del wokismo podría decir lo mismo. […] he visto mujeres, mapuches, gays, lgbt, veganos, pero no simples seres humanos o ciudadanos. Todo un eco de De Maistre.

Vamos a desmontar este horror que hemos leído utilizando dos herramientas, primero diferenciando la identidad esencialista de la constructivista, y segundo atendiendo al proceso de la deconstrucción con miras a la asubjetivación.

El conservadurismo al que hace referencia Peña, y que sería el origen de la actual derecha por oponerse al régimen de terror devenido de los “ideales de 1789”, tiene su origen en el realismo esencialista y metafísico propio de la tradición grecolatina y cristiana de Occidente. En tal sentido, la identidad de los seres humanos no es arbitraria, sino que se constata por la naturaleza intrínseca de los entes en cuestión, la cual es independiente de las percepciones accidentales de ellos.

Cuando hablamos de etnias, familias y naciones, existen datos objetivos que nos permiten comprobar que la pertenencia a dichos conjuntos remite a una identidad conforme a la esencia de los sujetos, no puede ser falseada ni simulada, es o no es, y en tal sentido ese particularismo tiene una raíz ontológica firme.

Con todo, el realismo esencialista no niega la universalidad, sino que la integra a la realidad de los entes particulares. Así, el esencialismo se condice con y necesita de la existencia de la Verdad. Sólo a la la luz de una verdad universal las distinciones particulares son entendidas por todos. Como si fuera poco, reconociendo las diferencias familiares, nacionales y hasta individuales de los seres humanos, la Respublica Christiana medieval fue un proyecto histórico de índole universal, el cual de hecho respetaba las particularidades gracias a la descentralización del poder y la capacidad de elegir y sostener gobernantes por vía del acuerdo de electores.

Visto de ese modo, no hay postura más ecuánime para el equilibrio entre lo universal y lo particular que el realismo esencialista. Todo lo contrario es lo que puede decirse del constructivismo posmoderno imperante, modo de comprensión filosófica de la realidad de la cual beben la nueva izquierda y el llamado “wokismo”.

Según el constructivismo las identidades se construyen, se moldean, son maleables, no hay esencia, y por tanto tampoco una verdad universal sobre la cual se puedan construir acuerdos. Todo está en constante movimiento, motivo por el cual las políticas identitarias de la nueva izquierda “woke” se basan en la autopercepción, la idea de que no existe un parámetro común a través del cual ver y entender la identidad de un individuo.

Evidentemente es imposible construir un sistema político estable en una realidad en la que los individuos están construyendo constantemente su identidad, por eso es absurdo imputarle este efecto a la noción esencialista (conservadora) del particularismo, pues para el esencialismo las identidades son dadas por una naturaleza intrínseca, firme, sobre la cual se puede construir civilización.

El constructivismo filosófico ha estado en la raíz de la izquierda desde antes de Marx, puesto que la revolución social se cimenta en la idea de que el hombre debe emanciparse de las cadenas de la realidad para alcanzar un estado utópico construido por su voluntad de lucha. Las nociones atomistas, materialistas y hasta panteístas que emergieron de autores como Demócrito, Heráclito, Baruch Spinoza y Ludwig Feuerbach cristalizaron en autores como Karl Marx, Vladimir Lenin, Louis Althusser y Gilles Deleuze, entre otros.

Por lógica, si el esencialismo nutre a la derecha y el constructivismo a la izquierda, y si el “wokismo” es constructivista, pues la identidad depende de la autopercepción de los sujetos involucrados en una causa militante, entonces este “wokismo” es de izquierda.

Veamos ahora cómo la filosofía de la deconstrucción influye en el fenómeno de lo “woke” a un punto en que ni siquiera este último sería comparable con el individualismo liberal, la única veta por la cual podría intentar emparentársele con la derecha tras haber descartado su conexión con el conservadurismo.

La deconstrucción implica abrogar los binarios que constituyen el sistema de creencias imperante para alcanzar un estadio de infundabilidad, es decir, alcanzar el comunismo ontológico eliminando toda categoría y denegando toda esencia.

Visto de ese modo, el uso de identidades (de)construidas y fluidas que son consideradas marginales respecto del sistema (indigenistas, queer, feminismo, infancia”s”, discapacidad, etnicidad, etc.) tiene un objetivo de mediano y corto plazo: cuestionar las identidades hegemónicas (el famoso, hombre blanco heterosexual, etc.), pero tiene también un objetivo de largo plazo del cual no se habla frecuentemente: asubjetivar a los individuos: dejarlos SIN identidad alguna.

Las llamadas políticas de identidad son, en este caso, transitorias, ya que al deconstruir tanto las identidades hegemónicas como las oprimidas se apunta a terminar disolviendo toda identidad, puesto que es en la identidad donde está la raíz de la injusticia y desigualdad ontológica que estos grupos combaten.

Dicho de otro modo, si miramos el proceso de una forma focalizada en el presente y tal como se nos presenta en apariencia, las demandas “woke” nos parecerán nacidas del mero individualismo, pues se exacerban las características personales de los individuos que son disonantes con el orden hegemónico, pero si miramos el proceso de forma macro y nos proyectamos al futuro, veremos que lo que se busca es eliminar todo sentido de identidad individual, generándose una indiferencia absoluta.

En ese escenario, no podemos hablar ya de un individualismo siquiera, puesto que si todo rasgo de identidad llega a ser considerado un mero fluir (no hay sexo, no hay etnia, no hay nación), entonces es posible construir la propia identidad con el fin de ser cualquier cosa y, a la larga, nada. Esa masa abyecta de futuros ex-individuos asubjetivados no tendrá nada de particularista, todo lo contrario, estará lista para ser parte del proyecto colectivista más crudo y ambicioso jamás pensado.

De este modo, nuevamente vemos que se cae la premisa del “particularismo de derecha” como matriz de lo “woke”. Por un lado, la construcción de identidades sin esencia hace imposible culpar al conservadurismo realista de la existencia del “wokismo”, por el otro, la constatación de que el proceso de asubjetivación excede por mucho el mero individualismo liberal confirma que lo “woke” está estrechamente vinculado con la deconstrucción, proceso que busca el descarte de la civilización conocida para entrar a un estadio de nuevo tipo caracterizado por el comunismo ontológico.

Mediante este ejercicio hemos refutado la abyecta idea de que el “wokismo” sea un fenómeno de derecha; y quisiera cerrar este análisis devolviendo el balón al sector izquierdo de la cancha. De forma concreta, sería interesante plantear hasta qué punto esta supuesta izquierda que según Neiman no es “woke” está dispuesta a renegar, precisamente, de lo “woke”.

Preguntémonos: ¿Están realmente dispuestos los izquierdistas no-”woke” a dejar de considerar la autopercepción como base de la identidad sexual de una persona? ¿Están dispuestos a acoger las demandas populares respecto de un control fronterizo efectivo y a renunciar al eslogan de que “ningún ser humano es ilegal”? ¿Están dispuestos a reconocer que los cupos reservados para mujeres o indígenas en distintos ámbitos de la realidad política y social no son más que una farsa para jugar con la supuesta representatividad de esas personas, insultar su inteligencia y asaltar la democracia?

Si están dispuestos a abandonar de una vez por todas esos discursos y prácticas podremos empezar a creer que esta súbita crítica a lo “woke” es real. Pero lo cierto es que esfuerzos como los de Neiman y Peña sólo servirán para que un sector de la vieja izquierda intente no cargar con los fracasos de la nueva izquierda, pero difícilmente se atrevan a llevarles la contra en serio, porque la acusación de “fascista” en la vida real les genera más miedo que la de “woke”, aunque eso implique sacrificar el haber hecho las cosas bien.

1 Véase: https://www.latercera.com/tendencias/noticia/que-significa-woke-el-polemico-termino-que-uso-kast-para-referirse-al-presidente-boric/OBPSL3C3XRH27K36GSNFJIQKGQ/

2 Véase: https://twitter.com/

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